Mirar con las manos


Una buena parte de La mano del fuego. explora la sensualidad de los sentidos que intercambian sus funciones. Y, sobre todo, los enormes poderes del tacto. Un crítico generoso escribió que La mano del Fuego es para el tacto lo que la novela El perfume es para el olfato. Y otro escribió que La mano del fuego "es a la vez una épica y una poética del tacto". La última sección del libro, que se titula "Entremanos", cuenta la biografía del narrador de las secciones anteriores del libro desde el punto de vista del tacto. Es el más sinestésico de los sentidos. Menciono esto porque ayer recibí de un lector boliviano un comentario entusiasta sobre la dimensión táctil del libro, pero sobre todo me envió una película documental dedicada a un pintor turco, Esref Armagan, ciego de nacimiento pero que, literalmente, ve con las manos. Y pinta unos paisajes fabulosos que nunca ha visto con los ojos. Incluso pinta utilizando la perspectiva, la proporción y con un colorido impresionantes. No es el caso de alguien que haya perdido la vista y recuerde. Esref nunca vio. Nació sin ojos. Es una historia muy impresionante porque al tocar percibe tanto que alcanza a tener una impresión del espacio e incluso del ámbito que no le es inmediato, como si mirara. Una verdadera experiencia de sinestesia, de tener la sensación de unos sentidos con el estímulo de otros. Mirar con las manos o "escuchar con los ojos", como decía Sor Juana. Esref mira con las manos. Unos científicos deciden estudiar su caso y descubren que la actividad de su cerebro a la hora de tocar es intensa en zonas que sólo se activan normalmente a partir del nervio óptico. Y lo vemos en la resonancia magnética: su actividad es de verdad muy intensa. !Es un genio visual... pero sin ojos! Su mano de fuego mira y le ilumina el mundo. Los científicos deciden hacer con Esref una prueba mayúscula. Lo retan a que pinte un edificio que es engañoso a la vista: el baptisterio octogonal que diseñó Brunelleschi en la Piaza del Duomo, de Florencia, durante el Renacimiento como una proeza de la perspectiva. Lo llevan a Italia y le permiten tocarlo todo. Vemos al turco Esref Armagan vencer obstáculos y realizar sin dificultad la misma proeza del genio renacentista. Es asombroso. Mi personaje mira como él con las manos. Pero junto al turco Armagán, mi narrador mudejar Ignacio Labrador Zaydún, que parecía de tacto demasiado sensible, ahora resulta más bien moderado. Eso sí, siempre equívocamente excepcional: tiene y usa a fondo, sin duda, su mano de fuego cuando toca al mundo.

(Este video sobre Esref me llegó hoy también gracias a diferentes corresponsales y algunas lectoras de La mano del fuego. . En FaceBook me llegó antes por Lorenzo Lazo. Ha circulado muchísimo porque es muy impresionante. Si la película se tarda mucho en bajar o se interrumpe piquen en la imagen y vayan a Youtube directamente. Allá o aquí, opriman el botón de pausa unos minutos, prácticamente hasta que se haya cargado casi toda la película para poder verla sin interrupciones.) Me llegó también otra película interesante, sobre un niño sin ojos, Ben Gordon, que en vez de usar las manos usa el oído para mirar. Camina sin perro ni bastón blanco de ciego. Los substituye por un chasquido que hace con la lengua y el eco de sus propios ruidos le permite saber dónde están las cosas delante de él y caminar normalmente. Y hasta jugar basquetball encestando siempre. El método de los muciélagos. Una especie de sonar para ver con los oídos. Pero esa es otra historia fabulosa para otro día.