En la Plaza, contar historias

Tuve una nueva oportunidad de ensayar algunas de las historias contenidas en la futura novela, la mano del fuego, leídas a un público generoso de Francia. Regreso del Festival de Escritores de Toulouse, precisamente de Tournefeuille, dedicado a los escritores viajeros. Los organizadores, que me habían invitado a hablar el año pasado en Montauban, me extendieron esta vez una invitación estelar con varias presentaciones. Unas que llamaron "Carta Blanca a Alberto Ruy Sánchez", donde, todos los días, dentro de una tienda de nómadas del desierto marroquí, yo contaba historias, hablaba con la gente, los invitaba a contar sus viajes y contaba algunos de los míos. Quisieron cerrar el festival conmigo, y organizaron una maravillosa sesión de lectura, narración oral y música, que me dejaron acomodar a mi gusto, acompañado de un excelente actor y lector profesional de literatura, Marc Roger; y un dueto de primera: el flautista y percusionista Luis Rigou y la bella saxofonistas Hélène Arntzen. Fue una oportunidad para contar historias de manera deshinibida y comprobar su magia, ajustar tuercas de los relatos, aclarar lo que me parecía evidente. Compruebo una vez más el inmenso placer que me da ir tejiendo y destejiendo la nueva novela frente a un público atento, emocionado y divertido. Tal vez ésta sea la novela, dentro del ciclo, que más integra los ecos de ser presentada en público y de que circulen las anteriores. Los organizadores, Nicole y Maurice Petit escribieron en el programa un breve texto que bien podría presentar un aspecto de esta próxima novela mogadoriana y al conjunto de ellas: por sugerencia de mi traductor, Gabriel Iaculli, llamaron a esta función: "Ritos de viaje, los caminos hacia Mogador" Después de hablar de mí un poco, dicen..."Su prosa sensual fecunda el vasto poema de una búsqueda, con frecuencia cristalizada en la mítica Mogador, ciudad secreta acurrucada detrás de su resplandecientes murallas. Su viaje no se entiende ya como un periplo turístico sino como un aprendizaje del descubrimiento sensual del mundo, de los otros, y para terminar, de uno mismo. El narrador es un notable contador de historias que con la misma facilidad seduce recurriendo a los grandes mitos que una anécdota sabrosa." Claro, ahora hay que trabajar mucho en el manuscrito final de la novela para merecer esas palabras generosas y volverlas, lo más posible, realidad.