QUÉ ES LA JAMSA o MANO DE FATMA

Al publicar en este blog la entrada anterior, sobre las manitas de plata hechas en Marruecos como símbolo de convivencia entre árabes y judios, recibí muchas preguntas de personas que no han leído La mano del fuego pidiéndome alguna explicación adicional sobre esas manitas. En el primer capítulo del libro incluyo estos párrafos más o menos explicativos. El libro entero está organizado como una mano, con un capítulo a partir del simbolismo de cada dedo. Y a lo largo del libro aparecen más de veinte manitas marroquíes que he traído de Mogador, una en cada viaje, regalada por alguien cercano o comprada. Así el libro entero es álbum codificado de mis estancias mogadorianas. Aquí pongo algunas de ellas, desde las más figurativas hasta alguna muy abstracta.
Y entonces Zaydún comenzó así una labor de varios años que no llegaría a publicar vivo. Obstinada y aparentemente dispersa, arrancaba como una imagen fluida distorsionada en un espejo. Una imagen de cinco afluentes como cinco dedos llenos de palabras: Había una vez un contador de historias
enamorado locamente de una jardinera.
Era un río de palabras.
Agua sonámbula.
Era mi cuerpo antes, después, ahora.
Era una vez un río que me llevaba
hacia el corazón de mi amada,
entrando por sus ojos,
entre sus piernas,
por su boca,
por sus manos abiertas.
Y entraba también por la huella roja
que su mano dejó sobre su puerta blanca.
Puerta que se abre hacia lo invisible,
hacia lo indecible del amor:
La mano del fuego
. Sobre el portón de muchas casas de Mogador o sobre un muro encalado, y especialmente en las callejuelas laberínticas de la medina: la parte antigua de la ciudad, se puede ver la huella roja entintada de una mano. Los cinco dedos separados claramente. De alguno de ellos o de la palma entera escurre un poco de pintura. Es una huella poderosa: está ahí para ahuyentar a los malos espíritus, al mal de ojo o a cualquier otro tipo de maldición. Es una mano que conjura, bendice, protege. También es mano abierta para recibir al que en su cuerpo trae una presencia buena. Se llama Mano de Fatma o Jamsa. En árabe Jamsa significa cinco. Los cinco dedos de la mano de Fatma, la hija del profeta, protectora simbólica de los fieles. Pero también de los que dudan. Ella no juzga. Protege sin distinción. Jamsa es cifra clave del Islam. Son cinco las veces que el almuecín canta el llamado a la oración desde su altísima torre esbelta, su minarete o alminar. Cinco las claves del misterio que sólo Alá conoce (Corán VI-59). Cinco los Pilares de la Sabiduría. Cinco los motivos de ablución. Cinco los tipos de ayuno, las dispensas posibles del viernes, las fórmulas para decir que Dios es grande, los camellos que se necesitan para el pago ritual de un agravio, y cinco son las generaciones que debe durar una venganza entre tribus del desierto.
Para algunas tribus sufis que aceptan ser sonámbulas del deseo, cinco son las estaciones del amante en su viaje a conocer el fuego. Y cada una se reconoce bajo el emblema de un dedo. Cinco los símbolos de lo que mueve misteriosamente su cuerpo y, en la perfecta geometría de su corazón cambiante, cinco las mujeres que pueden ser diosas del amor al mismo tiempo. El cinco es un fetiche. Y es cifra en el doble sentido de número y de código secreto. Acumula significados: protección divina, símbolo de armonía, síntesis de los elementos del universo. Cada dedo es agua o tierra o aire o fuego y el quinto es la nada que los une. La nada que a la vez es todo. La quintaesencia. Mano poderosa que todo lo contiene, incluyendo al vacío. Que todo lo hace con posible habilidad y con decisión lo ejecuta, lo empuja, lo cuida. En otra mitología, que también imperó en Noráfrica y España, la mano se relaciona con Sagitario, el ser excepcional de doble naturaleza: hombre en la cabeza y caballo en el sexo, el que se mueve, sueña y desea más allá de sus límites naturales, el que extiende la mano al cielo como flecha. Signo de fuego y aire. Para algunos es tan sólo quimera. Para otros, destino. Una jamsa se pinta con frecuencia sobre los Kama Sutras árabes (como El jardín perfumado de Nefzawi, El collar de la paloma de Ibn Hazm, La guía del amante alerta de Ibn Foulaita, o el Tratado del amor y El intérprete de los deseos de Ibn Arabí) esos manuales que son poema, narración y ensayo al mismo tiempo y que nos ayudan a vivir. Y especialmente se pinta sobre esos volúmenes desde que uno de ellos se llamó La ley de Jamsa. Un manual del amor es un libro que nos lleva de la mano. Nos guía tocándonos. Conduce nuestros pasos desde los dedos y los ojos. En algunos manuales árabes del amor el cinco es fundamental marcando el ritmo de acercarse, de temperar el deseo: “El amante debe ofrecer a su amada cinco caricias prolongadas en cinco círculos concéntricos alrededor de cinco besos púbicos. Todo cinco veces repetido antes de pensar siquiera en entrar en ella. Y cinco veces debe escuchar que el cuerpo de la amada, en su lenguaje propio, no necesariamente con palabras, lo llama, lo reclama dentro. Sólo después de la quinta llamada el buen amante se aventura: eso se conoce en el amor como La ley de Jamsa. Y la mujer suele invocarla ante los ojos del amante simplemente extendiendo ante él la palma de su mano o colocándola suavemente sobre sus ojos.” “Los amantes más sofisticados --sigue diciendo La ley de Jamsa, dejan que nueve veces cinco crezca la tensión del arco amoroso que lo lanzará muy adentro del corazón de la amada. Muy adentro de su cuerpo. Cinco y nueve embebidos como cifras amantes, como amantes cifrados. Cinco largos y profundos más nueve cortos y leves son los movimientos amorosos que llamamos “ritmo de penetración y compenetración”; y que crean una composición amorosa perfecta. En esos horizontes del cuerpo, perfecta significa deseable. ”