
La respuesta de mis amigos en Facebook a la censura de la maravillosa y bella portada de la edición en inglés de Los jardines secretos de Mogador ha sido multitudinaria, asombrosa y llena de generosidad indignada. Ya son cientos los comentarios inteligentes e interesantes que han puesto. Muchísimos han tomado la imagen censurada y la han colocado como su "foto de perfil".
La revuelta o revoltorio anticensura, para verlo con vital ironía, ha sido muy divertida y emocionante. Yo siempre he creído que el erotismo no tiene necesariamente como meta romper las reglas, "transgredirlas", como sostienen muchos, sino además y más bien darles la vuelta: pervertirlas. En eso me sitúo completamente en contra de la idea motor de Georges Bataille. A quien encuentro eclesiástico hasta en su "herejía". Y trato de afirmar un erotismo más "solar" y vital, como aparece en la escena final de Los Jardines secretos de Mogador, "La flor Solar". (Sé que esta idea, esta crítica a Bataille y a su concepto de transgresión que tan cómodo resulta para los críticos de arte a la moda del "neoconformismo" paradójico, habrá que explicarla en otra ocasión.)
Por lo pronto, en el caso de esta censura increible por tonta en Facebook hice algo distinto a lo que me decían mis amigos partidarios de reincidir con la imagen censurada violentamente, poner otra más provocativa o "boicotear" el círculo que se ha formado alrededor de mis libros ahí. Para protestar con humor y a fondo, he colocado por un buen tiempo como mi propia "foto de perfil" esta imagen mucho más provocativa, obscena y muy bella:

Que lo sepa la censura: Todos somos para alguien, en algún momento, una fruta obscena.
Lo interesante de este apetitoso sexo que se deshace en la boca es que es un durazno, simplemente un apetecible durazno, fotografiado magistralmente por la artista Rosa Borrás. Y al mismo tiempo ese durazno es una metáfora del cuerpo: es lenguaje, no naturalismo. Y su lenguaje es poesía. Es un poema erótico visual.
Ella, la artista Rosa Borrás, durante la presentación de mi libro La mano del fuego, reseñada aquí abajo, dibujó a la entrada del sitio de presentación una inmensa vagina, inquietante y bella, admirable como merece ser admirado el sexo femenino. Esos labios inmensos estaban dibujados con pétalos de rosas de dos colores, más encendidos al centro. Y un amigo las describió así en su blog: "Apenas entrando al edificio se abren a nuestros pies unos labios enormes: una inquietante y bella vulva de cuatro metros dibujada con pétalos de rosas por la artista Rosa Borrás. El interior es de rosas muy rojas, casi sangre. Recuerda la insistencia que hay en el libro por pensar a la mujer amada como una revelación estética que nos rebasa, una realidad tremenda que nos mueve hacia ella mientras nos conmueve. Recuerda también a la protagonista de Los jardines secretos de Mogador, Jassiba, quien llevaba en la mano tatuada un puño de pétalos de rosa cuando conoce a su amante en el mercado de Mogador."
