UN JARDÍN DE ARROZ ENTRE LOS OJOS


En una ciudad de Bali entretejida de arrozales y jardines, una mujer bellísima, Ayú, cultiva el más extraño que yo he visto: con miel, entre ceja y ceja, se pegaba nueve granos de arroz. Pregunté a mi amigo Katut sobre esa extravagancia. Sonrió, suplicándome que yo nunca contara lo que él estaba a punto de mostrarme. Seguimos discretamente a Ayú, hasta una casa de masajes que se encuentra en la calle del Bosque de los monos. Se entra por un patio de muros bajos de ladrillo, que es un templo. Detrás de una columna escuchamos a otra mujer que le preguntó en tono de burla:
¿Ya regresó tu dios azul?
Ayú, indignada, no respondía. Pero cada tarde alquilaba una de las terrazas de masaje y esperaba…
¿A su amante?, pregunté.
No, está convencida de que Shiva mismo vino a hacerle un masaje la otra noche. Tan profundo que le tocó el corazón, por dentro.
¿Cómo, por dentro?
Sí, la semana antepasada, que hubo luna llena, Ayú vino a tomar un masaje. Se instaló desnuda en la sala que usa siempre pero se durmió esperando. Yo terminé mi trabajo en el arrozal, prosiguió Katut, y vine a tomar mi clase semanal de masaje. También olvidé que en luna llena todos los empleados aquí se van al templo principal de la ciudad. Cantan y bailan y hacen ofrendas por un par de horas. Entré por error a donde Ayú dormía y, sin mirarme, dio órdenes tan firmes que pensé que era mi nueva maestra. Las seguí con esmero. Tanto que los dos fuimos muy felices.
Nos amamos y nos quedamos dormidos. Cuando regresaban las masajistas, las escuche reír en el patio de entrada, me di cuenta del equívoco y escapé en silencio antes de que nadie me viera. Cuando Ayú despertó yo me había ido. Ellas le juraron que nadie estuvo ahí. Que había soñado. Pero Ayú tenía una prueba de la presencia que había hecho florecer sus deseos. De mi camisa habían caído sobre la cama varios granos de arroz y nueve, con mi sudor, quedaron pegados en su frente mientras dormía. Y eso, ella insiste, 'en la última luna llena de 1999, es un claro mensaje de Shiva. Una indicación de cómo dirigirse a él, de cómo hacerle ofrendas'. Desde entonces Ayú renueva y ofrece ese jardín entre sus ojos. Algunas mujeres en la ciudad ya la imitan. Y hasta algunos hombres también. En cada grano de arroz, observado verticalmente, Ayú ve la representación de un Lingam (el falo del dios Shiva) mágico y diminuto, para llevarlo en la mente y en la frente, y que así le recuerda sin falta su enorme felicidad.”

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La bella Ayú Utami:
En octubre, mientras estaba en Bali, recibí esta carta: "Estimado Alberto Ruy-Sánchez: El Cultural de El Mundo (España) cumple este mes de noviembre sus primeros 10 años de vida y queremos celebrarlo con los autores, los grandes narradores, como usted. Estamos pidiendo a los autores que más admiramos un relato breve, de unas 250 palabras, sobre un año concreto de esta década (de 1999 a 2008, aunque 2003, 2004 y 2008 ya han sido elegidos). Usted decide.Por favor, dígame si puede hacerlo, y enviárnoslo antes del próximo miércoles 4 de noviembre. Ah, y díganos también qué año elige...
Un abrazo muy cordial
Nuria Azancot, El Cultural de El Mundo"

Mi envío se publicó en su número de aniversario, el 13 de noviembre del 2008, con una presentación titulada "Diez años, diez historias."
Yo escribí, para Nuria Azancot, este cuento donde combiné una historia que me contaron en Ubud, en la fabulosa sala de masajes de la señora Nour, con la extraña costumbre que tienen en Bali de ponerse unos granos de arroz en la frente, entre las cejas. También pensé en mi amiga, la bella y muy reconocida escritora indonesa Ayú Utami, quien tiene en la frente un lunar que parece un granito de arroz y que enfatiza su actitud felina, que por otra parte ella cultiva. Como se ve en su fotografía. (Su novela Sanam, por cierto, es muy interesante y se puede leer en inglés en edición virtual de google: aquí. O puede comprarse en internet en la edición de Equinox Press, traducida por Pamela Allen, aquí).


También pensé, por supuesto, en el valor simbólico que tiene el número nueve en los ritos a Shiva, relacionando con ironía los tres nueves del año 1999 a los granos de arroz que son como Lingams de shiva increiblemente diminutos. Tengo además un par de fotos con mujeres luciendo esos granos en el mercado o poniéndoselos en el templo. Aquí, en el cuento anterior, me inventé un origen equívoco de esa costumbre que es en realidad un tipo de ofrenda que, como las flores, es llevada sobre el cuerpo.

DE LOS LIBROS COMO OFRENDAS


En Bali me hicieron una de las preguntas más difíciles y extrañas que he recibido. Fue durante el festival de escritores de la ciudad de Ubud. Una periodista comenzó su entrevista diciéndome: ¿qué tipo de ofrenda son sus libros? No entendí por qué decía "ofrenda". Otra mujer que venía con ella y que conocía algunos de mis textos le había sugerido la pregunta. Era australiana pero conocía muy bien Bali. Sacó de su bolsa la revista que contiene el programa del Festival y me mostró el logo: una ofrenda de libros puestos sobre un recipiente con pedestal, de los que se usan en los templos de esa isla en ocasiones especiales. "Aquí, -me dijo, los libros son ofrendas, como las flores y los frutos y las galletas de arroz y el incienso." Ante mi mirada escéptica aclaró: "los buenos libros". Y ya con franco tono de reproche: "¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿No te has dado cuenta de que hay una ciudad de Ubud invisible y otra visible? Y lo que las une son las ofrendas. ¿No te has dado cuenta de que toda la ciudad de Ubud está llena de ofrendas?"
Y era lo que había notado la mañana anterior, la primera que amanecíamos en Bali. Había salido muy temprano del hotel para tratar de comprar un traje de baño. Pero todos los comercios estaban cerrados. Nuestro hotel, el rústico y cordial Ubud Inn, un jardín con hotel más que un hotel con jardín, está al sur de la ciudad, sobre una calle que se llama El camino del Bosque de los Monos (Monkey Forest Road). Uno de los dos ejes de la ciudad. Se extiende desde el bosque donde viven cientos de monos y tienen su santuario, hasta el Palacio de Ubud, más o menos dos kilómetros arriba. Frente al Palacio está el mercado y hacia allá caminé con la esperanza de encontrar alguna tienda abierta. Pero incluso el enorme mercado, que en casi todas las ciudades abre los ojos antes que nadie y palpita con prisa, estaba casi quieto.
Lo curioso es que había gente en la calle, prácticamente enfrente de cada puerta, pero se dedicaban a algo que me pareció extraño. Colocaban unos platitos pequeños de palma tejida, normalmente cuadrados, en los que había flores de tres colores y un hojita con un poco de arroz al vapor. En algunos, una piedra de río, una galleta de arroz o un caramelo. En casi todos, incienso ardiendo. La calle entera olía delicioso. Un verdadero paisaje de aromas.
Los platitos olorosos estaban por todas partes, a media banqueta o en el umbral, en un altar levantado sobre tarimas improvisadas o encima de las esculturas de piedra que presentan a dioses y demonios guardianes de las casas. Las ofrendas se acumulaban unas sobre otras o convivían en hileras. Hasta dentro de las fuentes dibujaban como ofrenda una especie de mandala con pétalos flotantes.
Y frente a algunas casas hay medias columnas barrocas que sólo existen para poner las ofrendas. En cada campo de arroz, una ofrenda. Y las hay con forma de banderines, de estelas de paja, de figuras tejidas en palma que cuelgan de una lanza que se dobla al viento.
El primer plato de paja que me encontré tenía las flores secas y la palma amarillenta. Era claramente de otro día. ¿Eso significaba que lo hacían todos los días? En efecto, todos los días la gente pone estas ofrendas en la calle, dentro de las casas, en las oficinas, en los automóviles, especialmente en los taxis. Hasta en el mostrador del banco donde fui a cambiar dinero me encontré una en cada ventanilla.
Comencé a preguntar a quién le ponían esas ofrendas. Y aprendí que había espíritus que se arrastran y espíritus más altos y otros que vuelan. Y que cada ofrenda es un lenguaje de amistad con los innumerables espíritus poderosos que hay en cada cosa. Y es necesario proteger cada puerta, cada ventana, cada ocasión de recibir el enojo de los dioses y espíritus. A diferencia del resto de Indonesia que es mayoritariamente islámica, en Bali se vive una mezcla peculiar de budismo, hinduismo y animismo. Pensamientos religiosos compatibles e imbricados. Pero que fluyen gracias a ese animismo total: todo tiene dentro un ánima poderosa. Y a cada una hay que ofrecer un alimento de símbolos: flores de los colores de Brahma, Shiva y Vishnu, la triada mayor de los dioses hinduistas; arroz sobre hojas de plátano, comida material y espiritual al mismo tiempo. Incienso porque el olor y el humo son los conductos por los que navegan mejor las plegarias y los gestos de los humanos hacia arriba, donde están las ánimas. Hacia el reino de los soplos.
En otros sitios de Indonesia, notablemente en Java, donde se cree en la existencia de esa realidad paralela, se acepta que en Bali los espíritus están notablemente más contentos que en otras partes. "Están bien alimentados y nunca se les maltrata", dicen muy seguros. "Y los espíritus de Ubud nos responden con la misma moneda".
Miles de ofrendas parecen multiplicarse como hongos en la ciudad. Objetos propiciatorios del buen desarrollo de la vida. Constancias del pacto entre lo de allá y lo de acá. Garantía del equilibrio entre el bien y el mal, lo obscuro y lo luminoso.
Una forma de esa armonía se manifiesta también en la manera en que están distribuidos los espacios dentro de una casa y las casas en la ciudad, con sus innumerables jardines y arrozales. Porque Ubud es una verdadera trenza de flores, campos en terrazas inundadas y templos. Miguel Covarrubias, que todo aquí lo vio con pasión y curiosidad, lo explica y lo dibuja en su excelente ensayo Isla de Bali.
Y no es lo mismo vivir de un lado del arrozal o del otro. Una mudanza sin sentido es algo que no se hace, explica mi amiga Janet De Neefe en su bello libro Fragrant Rice, my continuing love affair with Bali. Dice que algunas mujeres pasan hasta el treinta por ciento de su tiempo preparando ofrendas.
Por eso las vemos en los mercados tejiendo canastitas de palma entre cada cliente. Las vemos en la calle llevando sobre la cabeza o en brazos la canasta en forma de charola llena de pequeñas ofrendas que irán poniendo aquí y allá, según una ruta precisa y obedeciendo a los puntos cardinales de la cosmología balinesa. Cada vez que ponen una hacen los gestos rituales de mover la mano, con una flor entre los dedos, abanicando tres veces la esencia de la ofrenda hacia los espíritus. En los templos, además, un momento de recogimiento se impone. Los templos son plazas con sitios abiertos para poner ofrendas. Todo es altar, la barda, la figura del dios hinduista al que se dedica el templo, y hasta el árbol que evoca al que le dio sombra a Buda cuando tuvo su iluminación.
Hay una enorme variedad de ofrendas para diferentes ocasiones obedeciendo a un código riguroso y con nombres distintos. Hay algunas que son como pirámides enormes de frutas y flores para las bodas y los entierros. Aparecen en la pintura balinesa tanto como en la vida. Hay otras ofrendas que se hacen al nacer los niños, y que incluyen un entierro de la placenta bajo una piedra en el portal de la casa. Como cuenta que hizo, cuando nacieron sus hijos, Janet De Neefe. Otra ofrenda necesaria, según me dijeron cuando la vi extrañado, es poner sobre las puntas agresivas de una planta de aloe cascarones de huevo que las domen. Hasta los bellos y sorprendentes textiles que hacen ahí (y hay sobresalientes tejedoras en buena parte de Indonesia), comienzan siempre con una puntada ritual que consideran una ofrenda. El nudo propiciatorio.
Y ya se sabe que, simbólicamente, al tejer una tela se tejen destinos, se teje al mundo. Tejer, como vivir unos con otros entretejidos también con lo divino, implica siempre hacer ofrendas. Las ofrendas dan firmeza a la trama de la vida.
Pero aún reconociendo la existencia tenaz de las ofrendas en Ubud, yo no podía responder a la pregunta de la periodista sobre qué tipo de ofrendas eran mis libros. Pedí a la periodista australiana que nos explicara lo que había pensado: "Sus libros, me parece, dijo mirándome a los ojos, son ofrendas a las fuerzas más terribles y peligrosas que nos habitan. Las fuerzas que pueden ser muy luminosas o muy obscuras: las del amor erótico. Pero sus libros también son ofrendas al espíritu de aventura y sutileza entre los amantes, al espíritu de sorpresa enamorada. Sí, son ofrendas al espíritu del fuego en la carne y al espíritu del asombro entre los amantes." Me recomendó enfáticamente que leyera un libro de Fred Eiseman que se llama Bali, sekala y neskala. Es decir, Bali, lo visible y lo invisible. Una recopilación de ensayos sobre artes y rituales de Bali. Ya había terminado cuando recordó los títulos de mis libros y me dijo, de nuevo como reproche. "¿Y cómo? Usted dedicó cada uno de sus libros a uno de los elementos: agua tierra fuego y aire. Pensé que lo había hecho intencionalmente, como ofrendas a los espíritus que hay en cada unos de esos elemento. ¿No fue así?"
Cambié la conversación para no desilusionarla. Le dije que, de manera más general, todo arte y especialmente las artes plásticas son un puente que nos lleva de lo visible a lo invisible, de lo tangible hacia aquello que lo rebasa, que lo trasciende.
Me dijo,"No me entiende. Cada libro, si está vivo, invoca, provoca, apacigua, alegra algo en nosotros que es un espíritu que pudiera volverse en nuestra contra o a nuestro favor. Un festival como éste, con tantos escritores y tantos libros, es como un aquelarre de espíritus. Y cada uno de los que asistimos a él elegimos los nuestros. Compramos los libros y los llevamos con nosotros por algo que tiene que ver con lo invisible en nuestras vidas. Un libro es una ofrenda y un ritual. Uno de los suyos, por ejemplo, Los nombres del aire, me ayudó a ser más feliz con una novia al poner en nuestras bocas nuevas palabras para nombrar nuestro amor."
No cabe duda de que viajar con los libros bajo el brazo a sitios de culturas distintas se convierte en una confirmación personal de lo imprevisible y variado que es el acto de leer. Yo nunca hubiera pensado en mis libros como ofrendas para provocar la armonía entre dioses y espíritus del cuerpo. La armonía amorosa entre el mal y el bien que mueve a los amantes. Entre lo salvaje y lo tierno, lo inesperado y lo cotidiano. Pero, sin que yo hubiera podido imaginarlo siquiera, ella los había convertido también en eso. Una vez más comprobé que, con incienso tal vez en esta ocasión, el escritor invoca al fuego pero el lector lo enciende.

A LA VIDA POR EL FUEGO. Una carta sobre la lectura como afirmación de la vida


Creo que ninguna de las cartas que he recibido de mis lectoras me ha conmovido tanto como ésta que acaba de llegar de Gabriela Salazar Díaz. Hace unos meses, en agosto, esa fabulosa asociación que es Letras Voladoras organizó varios clubes de lectura de mis libros que duraban un mes. Al terminar cada uno me invitaron a reunirme con los lectores y responder a sus preguntas. Fue una experiencia excepcional para mí: lecturas inteligentes, intensas, apasionadas. Estuvimos en Puebla y en el Centro de la ciudad de México. Una reunión en Cuernavaca se canceló pero recibí entonces mensajes de algunas de las personas que habían manifestado interés y curiosidad. Entre ellas Gabriela Salazar Díaz.
La segunda semana de noviembre recibí esta carta de ella donde, una vez más se comprueba que, más allá de lo que el autor de un libro haga, planee, desee, los libros tienen en las manos y en los ojos de los lectores una vida imprevisible y nueva. Y el autor que piense que es su mérito se equivoca. Es el lector quien hace suyas, hace útiles o inútiles, bellas o cursis, deseables o repugnantes, las palabras aventuradas que el escritor extiende ante sus ojos. Las palabras de mi novela tratan de considerar al erotismo como afirmación de la vida. Y a la experiencia intensa de los sentidos como una manera de estar en el mundo. De estar mejor en el mundo. Pero cada lector, en cada momento de su existencia, hace con ello lo que puede o lo que quiere. Le da sentido a un libro o se lo quita. Lo que aquí cuenta Gabriela Salazar de manera sencilla, clara y elocuente, enriquece a mi libro. Otorga más de lo que toma. Lo hace fructificar en una experiencia memorable. Y festejo con enorme alegría lo más importante, su reestablecimiento.


Hola Alberto:
No sé si me ubiques, soy uno de tus tantos contactos de facebook, de Cuernavaca. Hoy quiero contarte tres pequeñas historias que de alguna manera se vuelven una.
Hace mes y medio estuve en el DF para que me hicieran algunos estudios médicos. Aproveché el viaje para encontrarme con un buen amigo de quien me iba a despedir porque unos días después se iría a vivir a Francia. Mientras esperaba a que llegara, me paseaba por una librería y me encontré con tu libro La Mano del Fuego, que por cierto el vendedor me recomendó ampliamente y sin lugar a dudas lo compré.
Mi día terminó así: mi amigo nunca llegó a nuestra cita y ya no volví a saber más de él. E l libro fue colocado en un librero, incluso con su empaque original esperando a ser leído algún día; y en los estudios que me realicé esa mañana me diagnosticaron una leve sospecha de cáncer...
Ahora me encuentro en convalescencia tras una cirugía que me realizaron una semana atrás. Han sido siete días no solamente de recuperación física y emocional, sino también de espera, incertidumbre y de hacer un balance de mi vida... de la vida... Y durante este proceso me hice acompañar de La Mano del Fuego. No sabía que así sería, pero lo disfruté tanto que no quería que terminara. En estos momentos en que me encuentro tan sensible, sentí que me encantaría poder vivir la vida de esa manera, con los cinco sentidos abiertos a todo aquello que nos rodea, a aquello que por ser pequeño resulta ser lo más grande, que por ser sencillo es lo más enriquecedor. Y me sentí envuelta no sólo en el deseo erótico, sino en el deseo de vivir, de existir y de disfrutar cada sensación que me permite ser quien soy.
Creo que elegí el mejor momento para leer tu libro. Gracias por acompañarme con tus palabras aun sin saberlo. Efectivamente creo que la muerte se codea con nosotros desde siempre, pero cuando la tienes cara a cara... ufff se siente un miedo frío... muy frío... y sin embargo, en estos momentos todo se siente diferente después de leerte, ha sido un gran deleite para mí entrar en calor y acercarme al fuego. Gracias...
Gabriela Salazar

Jardines a la medida de tu cuerpo

A propósito de la manera en que cada quien hace suyo el significado de un libro, y además le da los usos que necesite, recibi esta carta de la artista Marcela Lobo. Y me alegra que haya podido así servirle:

Hola Alberto: Soy Marcela Lobo, nos conocimos el martes en la Subasta de Arteria 28, bueno pues eso de escribirle algo a un escritor es realmente atrevido pero voy a tratar de contarte lo mejor que pueda mi historia con Los jardines secretos de Mogador :
Bueno la felicidad empezó cuando Graciela de la Torre supo que nos íbamos a Marruecos. Me recomendó tu libro Los jardines secretos de Mogador, que compré ese mismo día y empecé a leer de inmediato. Así que en ese momento abandoné la pintura, el barro, la vida cotidiana y todo lo que me pudiera distraer de él. Ya me había ido a Mogador con todo y tu libro. Lo leí y lo releí con mucho cuidado y en mi cabeza fui organizando lo que seguiría. Corté pétalos de algunas flores, tréboles y hojas diferentes, las puse como cuando era niña en papel secante adentro de un gran libro y arriba muchos libros más para que se plancharan. Todos los días pasaba por la torre de libros y pensaba :¿Cuánto tiempo se tardarán en secar mis flores y en quedar planitas?
Mientras, me entretuve en fotocopiar los versos, volverlos a leer, les hice un marquito y los recorte muy derechitos, puse cada uno en un sobre y adentro de cada sobre fui poniendo cosas diferentes para hacer las pistas y que en nuestro viaje a Marruecos, en cada lugar diferente al que iríamos mi marido pudiera encontrar “el jardín secreto”: llegar a mí.
En un sobre puse estrellas de esas que nos ponían cuando éramos niños en la escuela si te portabas bien, unas más chicas, otras más grandes y ya en el lugar la iba pegando por el suelo, subía por las paredes, bajaba, daba una vuelta, se escondían un poco y así hasta que llegara al sobrecito cerrado con el verso y entonces lo disfrutábamos leyéndolo juntos. Él no sabía de donde había yo sacado esos versos tan maravilloso y siempre me preguntaba… pero eso lo sabría hasta el último sobre.
Otra pista era hecha con chaquiras que fue siguiendo desde la calle. Con esa pista se tardó un poco más pues se le perdía el rastro, otra fue con hojas secas que nos llevaron hasta el Hammam, con flechas recortadas del periódico que pasaban por enmedio del Riad. Un mesero le llevaba un refresco y el principio de la pista y así hasta agotar los versos y el viaje.
El día de su cumpleaños abrió el último sobre que contenía tu libro, en cada jardín secreto tenía flores secas pegadas (las que sequé en la torre de libros) para que nunca pierda el rumbo y siempre encuentre el camino para llegar a mí.
Esta es la historia y lo más curioso es que llegamos a Marrakech una noche y al día siguiente empezamos el viaje por Essaouira antiguamente llamado Mogador. Yo temblaba de la emoción cundo lo recorrimos, con sus colores azules, el mar, su puerto amurallado.
Así que te quiero agradecer lo místico y maravilloso que hiciste nuestro viaje a Marruecos, que disfrutamos enormemente.
Siempre supe que un día te lo iba a contar y ya lo hice.
Me encantó conocerte y espero me invites a la presentación de tu próximo libro. Me gusta muchísimo como escribes y nos veremos pronto, estoy segura.
Un beso
Marcela

Mirar con las manos


Una buena parte de La mano del fuego. explora la sensualidad de los sentidos que intercambian sus funciones. Y, sobre todo, los enormes poderes del tacto. Un crítico generoso escribió que La mano del Fuego es para el tacto lo que la novela El perfume es para el olfato. Y otro escribió que La mano del fuego "es a la vez una épica y una poética del tacto". La última sección del libro, que se titula "Entremanos", cuenta la biografía del narrador de las secciones anteriores del libro desde el punto de vista del tacto. Es el más sinestésico de los sentidos. Menciono esto porque ayer recibí de un lector boliviano un comentario entusiasta sobre la dimensión táctil del libro, pero sobre todo me envió una película documental dedicada a un pintor turco, Esref Armagan, ciego de nacimiento pero que, literalmente, ve con las manos. Y pinta unos paisajes fabulosos que nunca ha visto con los ojos. Incluso pinta utilizando la perspectiva, la proporción y con un colorido impresionantes. No es el caso de alguien que haya perdido la vista y recuerde. Esref nunca vio. Nació sin ojos. Es una historia muy impresionante porque al tocar percibe tanto que alcanza a tener una impresión del espacio e incluso del ámbito que no le es inmediato, como si mirara. Una verdadera experiencia de sinestesia, de tener la sensación de unos sentidos con el estímulo de otros. Mirar con las manos o "escuchar con los ojos", como decía Sor Juana. Esref mira con las manos. Unos científicos deciden estudiar su caso y descubren que la actividad de su cerebro a la hora de tocar es intensa en zonas que sólo se activan normalmente a partir del nervio óptico. Y lo vemos en la resonancia magnética: su actividad es de verdad muy intensa. !Es un genio visual... pero sin ojos! Su mano de fuego mira y le ilumina el mundo. Los científicos deciden hacer con Esref una prueba mayúscula. Lo retan a que pinte un edificio que es engañoso a la vista: el baptisterio octogonal que diseñó Brunelleschi en la Piaza del Duomo, de Florencia, durante el Renacimiento como una proeza de la perspectiva. Lo llevan a Italia y le permiten tocarlo todo. Vemos al turco Esref Armagan vencer obstáculos y realizar sin dificultad la misma proeza del genio renacentista. Es asombroso. Mi personaje mira como él con las manos. Pero junto al turco Armagán, mi narrador mudejar Ignacio Labrador Zaydún, que parecía de tacto demasiado sensible, ahora resulta más bien moderado. Eso sí, siempre equívocamente excepcional: tiene y usa a fondo, sin duda, su mano de fuego cuando toca al mundo.

(Este video sobre Esref me llegó hoy también gracias a diferentes corresponsales y algunas lectoras de La mano del fuego. . En FaceBook me llegó antes por Lorenzo Lazo. Ha circulado muchísimo porque es muy impresionante. Si la película se tarda mucho en bajar o se interrumpe piquen en la imagen y vayan a Youtube directamente. Allá o aquí, opriman el botón de pausa unos minutos, prácticamente hasta que se haya cargado casi toda la película para poder verla sin interrupciones.) Me llegó también otra película interesante, sobre un niño sin ojos, Ben Gordon, que en vez de usar las manos usa el oído para mirar. Camina sin perro ni bastón blanco de ciego. Los substituye por un chasquido que hace con la lengua y el eco de sus propios ruidos le permite saber dónde están las cosas delante de él y caminar normalmente. Y hasta jugar basquetball encestando siempre. El método de los muciélagos. Una especie de sonar para ver con los oídos. Pero esa es otra historia fabulosa para otro día.

Dos sonrisas, una invisible.

Voy de la Colonia Roma hacia San Ángel en el metrobús, leyendo. Obsesivamente trato de hacer anotaciones y traduzco doce veces en un sobre de papel manila un antiguo poema japonés. Primero contando las sílabas rigurosamente, luego alterando el ritmo y al final cambiando incluso cada imagen. Hasta que ya es completamente otro:

Desde la íntima hendidura
de tu bosque obscuro
mi aliento abre tus ramas.











Casi nadie lee en el metrobús. A diferencia de otros países donde todo mundo va leyendo en el metro, como Japón o Francia, en México eso es más bien raro. Pero hasta leer de pie y entre apretones es una manera de cambiar positivamente el trayecto y hacerlo mucho más agradable, más rápido, más intenso vitalmente inclusive. Las imágenes de un bosque japonés lleno de penumbra, como los que conocí cerca de Kioto, las imágenes de ese bosque como metáfora de un pubis, y luego las piernas como ramas que me hacen pensar en las fotografías de Alicia Ahumada; todas esas imágenes se me mezclan con lo que voy viendo en la también hirsuta avenida Insurgentes.
Termino mi poema y al tratar de guardarlo, el papel se me cae al piso. Mientras lo levanto veo que en uno de los asientos, al lado, una mujer joven lee muy concentrada un libro verde con un insecto amarillo en la solapa y una mano extendida en la portada. Es La mano del fuego.
Veo que está a punto de terminar el libro. Recorre esa lista que es como un resumen irónico de toda la novela y que llamé “Índice kamasútrico de asuntos interrumpidos”. De pronto se detiene y le pide al hombre que está a su lado un lápiz o una pluma. Como no tiene, automáticamente le ofrezco la que yo traigo en la mano. Me da las gracias casi sin verme y yo me doy cuenta de que ella marca en la página dos frases, dos entradas del índice. Primero: “Sobre el asombro ante los labios del sexo y su famosa, empinada y curativa “sonrisa ayurvédica”.
Al leerla yo, detrás de su hombro, me pregunto si fui poco claro al formular así esa frase que se refiere a la sonrisa del sexo femenino, extendida desde adentro, abierta y empinada. Pero es claro que no puedo preguntarle qué entiende por esa frase que acaba de señalar. Tal vez ella se imagina algo mejor y más divertido que lo que yo ponía en ella. La miro sonreír levemente pero respira muy hondo. Tal vez, por dentro, o más bien abajo, sonríe ampliamente mientras aspira.
Luego marca otra frase, un poco más arriba: “Sobre las virtudes y significados del dedo índice en el amor y en la vida. El dedo con el que se abren las cortinas del paraíso.”
Lee de nuevo lo marcado y en su cara se dilata una enorme sonrisa. Cierra el libro y se lo lleva al pecho, lo hunde entre sus senos y su sonrisa crece más todavía mientras lo presiona.
No me atreví a interrumpirla para pedir mi pluma cuando ya tenía que bajarme así que se la dejé. Y desde la calle la observé de nuevo, abrazando el libro en la misma posición y sonriendo. Ella nunca sabrá lo feliz que me hizo con su doble sonrisa.

DESDE EL CAIRO

Conmovido por las reacciones de la gente y mientras encuentro el momento de dejar unas impresiones de la ciudad, pongo esta nota de prensa.
egipto-mexico

Alberto Ruy-Sánchez, autor de LA MANO DEL FUEGO, reivindica en El Cairo herencia árabe en cultura mexicana.
El escritor mexicano Alberto Ruy-Sánchez reivindicó hoy en El Cairo la herencia árabe que impregna múltiples aspectos de la cultura mexicana, desde la lengua a la arquitectura pasando por la cerámica y hasta el urbanismo. Invitado por la Unión de Escritores Egipcios con ocasión del estreno de su nueva sede en la Ciudadela de El Cairo -el lugar más alto de la megalópolis-, Ruy-Sánchez ofreció su conferencia ante un público compuesto principalmente de escritores e intelectuales. Sin embargo, no fue de literatura de lo que habló, sino de 'las huellas árabes en las cosas cotidianas que nos rodean, que no identificamos como árabes y que incluso las consideramos parte de la identidad mexicana'. Así, habló de la cerámica de Puebla -similar a la de Fez-, los textiles de Chiapas -con motivos que se repiten en todo el Magreb-, los artesonados y los trabajos de carpintería en general, con sorprendentes parecidos en Marruecos y en México.
El escritor mexicano recordó que las 4.000 palabras árabes que conserva la lengua española están en México incluso más vivas que en España, y dio varios ejemplos -mandil, alberca- que deleitaron al público egipcio. Ruy-Sánchez llevó más lejos su tesis. Para él, esta herencia se encuentra incluso en 'nuestra manera de ser, laberíntica pero cordial' y hasta en el urbanismo, pues la concepción de las ciudades mexicanas indica una forma de ocupar el espacio similar a la de las medinas del Magreb: un espacio para acercarse al vecino, no para distanciarse, como sucede en EEUU. Todos estos paralelismos, según él, no son meras coincidencias, sino que se deben a que la enorme influencia que los ocho siglos de presencia árabe-bereber en España no desaparecieron en la nada, sino que viajaron a América con los primeros colonos, quienes impregnaron a sus nuevas posesiones de esa herencia árabe.
Entre las tesis más sugestivas de Ruy-Sánchez está la de que la conquista de América debe mucho a la realidad de los reinos de taifa en la España musulmana: así como los príncipes cristianos o musulmanes se aliaban sin cesar con los enemigos de sus enemigos, Hernán Cortes y Pizarro tumbaron imperios poderosísimos usando estas estratagemas. Con Cortés y Pizarro se desarrolló además un mestizaje que era un hecho en la España musulmana, un mestizaje que en absoluto ha existido en la colonización de Estados Unidos, y que explica el hecho de que en inglés no existe una palabra equivalente al 'mestizaje'. Ni que decir tiene que el público cairota escuchó embelesado las hipótesis de Ruy-Sánchez, que les hizo sentir que la gloria de la cultura árabe no se quedó en Al-Andalus sino que cruzó los mares hasta impregnar la cultura del Nuevo Mundo.
El escritor mexicano ofrecerá otras dos conferencias sobre el mismo tema y sobre su obra y su 'ultima novela, LA MANO DEL FUEGO (efitada por ALfaguara), el viernes en una librería del centro de El Cairo -donde firmará ejemplares de sus libros- y el domingo en la Universidad de El Cairo, ante los estudiantes y maestros de español.
Terra Actualidad - EFE

Alberto Ruy Sanchez, le romancier mexicain envoûté par Mogador

Rachid Mamuoni, antes de la nota anterior, hizo esta entrevista aparecida tambien en Le Matin du Sahara:

Le romancier et essayiste mexicain Alberto Ruy Sanchez vient de signer un cinquième et dernier roman, 'la main du feu', qui plante le décor encore une fois dans la ville de Mogador, à laquelle il se dit très attaché.
Pour lui, Mogador, beaucoup plus qu'une ville, est un endroit qui lui inspire la 'recherche narrative sur le désir' qu'il a entamée depuis plus de 20 ans avec son premier roman de la série, 'Les visages de l'air', qui a remporté le prix littéraire le plus important du Mexique, 'Xavier Villaurrutia', et devenu depuis un livre culte sans cesse réédité.
Cet ancien collaborateur du prix Nobel de littérature mexicain, Ocatvo Paz, donne vie à ses personnages à Mogador, 'une ville à la sensualité écorchée', dont le métissage à travers les siècles lui rappelle, à plusieurs égards, son Mexique natal.
'Il y a quelque chose de magique à Mogador. Avec le temps, dit-il, je me suis rendu compte que Mogador était le produit d'une Utopie d'un sultan, qui a voulu faire de cette ville un endroit de vie en ébullition, avec un croisement de races, sur le carrefour des routes commerciale de l'époque'.
Dans la ville, on retrouve des descendants de juifs Sépharades et Ashkénazes, de populations d'Afrique noire et des berbères des Haha et de Souss. Ce métissage à travers les âges a crée ce qui représente actuellement 'la carte génétique d'Essaouira'.
Un métissage très similaire peut être observé aux Caraïbes qui est un mélange de l'animisme africain avec les religions catholiques.
La musique Gnaoua de Mogador, qui reflète un art de vivre singulier, est elle aussi très proche des rythmes en vogue à Cuba et à Haïti.
Ruy Sanchez fait un rapprochement surprenant de l'art picturale des Gnaoua, dont le maître de fil est Mohamed Tabbal, et le phénomène mexicain des Shamans.
La tradition shamanique et la mystique des gnaoua sont très semblables eu égard au métissage qui s'est fait à Mogador et celui qu'ont connu Cuba, Haïti, la Nouvelle Orléans, entre autres.
A cause de ce métissage, Mogador représente une sorte de 'pont culturel, une passerelle' entre l'Afrique et l'Occident.
Dans ce contexte, il n'est pas un hasard si plusieurs pays avaient choisi d'installer à Mogador, les premières missions consulaires sur les côtes africaines. La première représentation diplomatique des Etats-Unis a été justement à Mogador, après la reconnaissance de la jeune nation par le sultan du Maroc, rappelle l'auteur.
Ruy Sanchez s'attarde sur l'histoire de Mogador et 'ses murailles impressionnantes et inviolables'. Il raconte pour l'anecdote l'histoire d'une expédition militaire française qui avait tenté de s'emparer en vain de la ville au 19 siècle.
A l'époque, l'amiral français Prince de Joinville avait fait croire à ses supérieurs à Paris qu'il a pris Mogador, mais en fait il s'était emparé de l'île de Mogador et non de la ville, infranchissable depuis toujours.
Le tableau qui célèbre cette bataille dans le musée de la marine à Paris est un 'mensonge', car la ville n'a jamais été prise par ce militaire français, a affirmé Ruy Sanchez.
Des années plus tard, on retrouve ce même amiral ordonnant le bombardement de la ville mexicaine de Veracruz, fait observer avec malice l'écrivain mexicain.
Et Ruy Sanchez, un féru d'artisanat, de plonger avec ferveur dans une comparaison du travail des céramistes de Puebla (ville coloniale au sud de Mexico) et d'Essaouira.
Pour lui, il existe un jumelage artisanal entre le Maroc et le Mexique, dont l'origine remonte aux personnes venues d'Espagne, après la Reconquista.
Intarissable, il évoque les différentes manifestations de l'art mudéjar très visibles dans des villes coloniales du Mexique, introduit dans ce pays par les colons qui ont afflué d'Espagne dès les premières années de la colonisation et jusqu'au 19e siècle.
'L'art Mudéjar, plaide-t-il, continue d'exercer une influence énorme sur les différents aspects de la vie quotidienne au Mexique'. Il cite à ce sujet la céramique, évidemment, et les tissus avec des motifs et des couleurs particuliers très semblables à ceux qu'on retrouve dans les régions berbères du Maroc.
L'influence linguistique n'est pas en reste, car Antonio AlaTorre avait recensé plus de 4.000 mots d'origine arabe utilisés quasi quotidiennement dans le parler mexicain.
Pourquoi avoir choisi Mogador comme cadre de ses romans? æ'Il s'agit d'une revendication de l'héritage arabe du Mexique et parce que Mogador est une métaphore sur la façon d'être dans ce monde en utilisant tous les sens. Mogador est la sensualité même, qui permet de connaître le monde à travers les sens''.
A propos de la thématique de ses derniers romans, Ruy Sanchez dit se sentir æ'insulté'' lorsque des mexicains ou autres expriment des idées déformées sur la civilisation arabe, les exhortant à s'informer sur le monde arabe par un autre moyen que les médias globalisés. Interrogé sur certains aspects de 'l'actualité' dans son dernier roman, telle un passage sur l'arrivé des criquets à Essaouira, Ruy Sanchez affirme que ses lecteurs mexicains pensent qu'il invente ce genre de scène, mais pour lui, il s'agit d'un fait réel exploité dans son roman pour mieux décrire la réalité de la ville.
A propos des noms de ses deux principaux personnages, Zaydun et Hassiba, dans la 'main du feu', l'auteur affirme que ces personnages existent réellement à Mogador.
Au visiteur de Mogador, Ruy Sanchez conseille 'd'éteindre les moteurs et d'écouter la ville, se perdre dans ses ruelles, aller tous les jours au marché, observer à l'aube le retour des pêcheurs. Il faut aussi voir travailler les artisans du bois et visiter le Mellah'.
Les photographies qui illustrent le roman (un vase et des khmissates de différentes formes à) sont celles d'objet acquis par l'auteur à Essaouira pendant ses différents séjours.
Ruy Sanchez a vu le jour à Mexico en décembre 1951 de parents originaires du nord du Mexique. Il est Marié à l'historienne Margarita de Orellana et père de deux enfants.
Francophone accompli, Ruy Sachez a fait des études à Paris, et fut l'élève de professeurs tels que Roland Barthes, Gilles Deleuze et Jacques Rancière.
Il dirige depuis 1988 la revue 'Artes de México', qui a reçu au cours de ses quinze premières années plus de cent prix nationaux et internationaux d'arts de l'édition.
Par Rachid Mamouni | MAP Publié le : 08.02.2008 |

Mexique-Maroc-culture

El corresponsal de la agencia de prensa de Marruecos, Rachid Mamouni, publica esta nota en el periodico de Marruecos LE MATIN DU SAHARA.

Présentation inédite d’un roman sur Mogador du mexicain Alberto Ruy Sanchez Mexico, 21 fev (MAP) – Le romancier mexicain Alberto Ruy Sanchez a fait une présentation inédite de son dernier roman sur Mogador, ‘’La main du feu’’, avec la projection de deux films sur la ville et deux spectacles de danse contemporaine inspirés de ses romans.
D’abord, la présentation a été faite dans un lieu originel. Il s’agit d’une ancienne station électrique, qui produisait jadis le courant pour les tramway de Mexico, convertie en centre culturel par un philanthrope tout en gardant en plein milieu de l’édifice les immenses générateurs électriques.
Devant une assistance nombreuse (plus de 1.000 personnes selon les organisateurs), composée d’hommes de lettres,
d’artistes et de diplomates, Ruy Sanchez a évoqué Mogador ‘’l’inaccessible’’ et les personnages qui peuplent la ville et ses romans depuis plus de 20 ans.
‘’La main du feu’’ est la cinquième et dernière œuvre de Ruy Sanchez, qui s’est inspiré, au cours des deux dernières décennies, de ses nombreux séjours à Essaouira pour donner vie à des histoires d’hommes et de femmes glanés au hasard de ses rencontres avec les gens de la ville.
Suivant sa quête de toujours, celle de l’exploration du désir sous ses différentes expressions, l’auteur fait une mixture inédite de sa passion narrative avec l’architecture, l’artisanat et la poésie arabo-musulmane.
Au début de cette ‘’fête de présentation’’, la danseuse Tatiana Zugazagoita a exécuté une chorégraphie improvisé, à laquelle participât l’auteur lui même, en hommage à une scène similaire décrite dans le roman.
Tatiana est la créatrice, il y a quinze ans, d’une chorégraphie intitulée ‘’Après-midis de Mogador’’, inspirée elle aussi d’un roman de Ruy Sanchez, et qui a été maintes fois primée au plan international.
En plein milieu de la présentation, un groupe de danseurs (6 femmes et deux hommes) fait irruption parmi les assistants et gagne, en se trémoussant, la scène pour exécuter trois numéros de danse contemporaine, sur fond de partitions musicales arabes et la voix de l’auteur lisant des morceaux de ses textes.
A la fin de la présentation, une autre ‘’surprise’’ attendait le public, qui a été convié à une cérémonie de henné à la marocaine, devenue immédiatement la principale attraction de la soirée.
Ruy Sanchez, un amoureux de l’art sous toutes ses formes, dirige depuis 1988 la principale revue d’art en Amérique Latine, ‘’Artes de México’’.(MAP).

RM---BI.

Ritual de invocación de un erotismo lúdico

Mi amigo Jorge S. escribe en su blog sque estuvo ayer en la Estación Indianilla presenciando los preparativos y ensayos de la presentación de mi nuevo libro este 20 de febrero 2008.

"Fiesta de presentación de La mano del fuego, de Alberto Ruy Sánchez. Editorial Alfaguara, México.Así como los libros de Alberto Ruy Sánchez son experiencias y no relatos de experiencias, la presentación de su más reciente novela La mano del fuego promete ser una experiencia inolvidable. El autor, que es también editor de la revista Artes de México, ha montado todo un festival de arte lúdico y erótico a propósito de este libro que todavía no ha sido lanzado formalmente y ya va en su segunda edición.
El lugar donde todo eso sucede es en sí mismo un espectáculo: una inmensa y antigua estación eléctrica donde se producía la corriente de los tranvías de la ciudad, acondicionada desde hace unos meses de manera muy moderna para mostrar obras de arte y que ya se va conviertiendo en el lugar más solicitado de México: el Centro Cultural Estación Indianilla. Caben unas dos mil personas. Todas las obras expuestas tienen una relación con el contenido del libro. A la entrada del lugar, casi sobre la banqueta, nos recibe una inmensa reproducción del polémico cuadro de Courbet El origen del mundo, un pubis tupido, pintado sobre un brincolín o tumbling de cuatro metros de lado, donde los asistentes pueden brincar mientras son tomados por una cámara cenital que proyecta sobre un muro y sobre cuatro pantallas la imagen del visitante descontrolado sobre ese sexo enorme. Es una obra del joven artista, Angel Ricardo Ríos. Y quienes brincan recuerdan la situación extraña e inestable, muchas veces ridícula e incontrolable, casi siempre lúdica, en la que se encuentra con respecto al sexo femenino el protagonista de La mano del fuego en cada capítulo del libro.
Apenas entrando al edificio se abren a nuestros pies unos labios enormes: una inquietante y bella vulva de cuatro metros dibujada con pétalos de rosas por la artista Rosa Borrás. El interior es de rosas muy rojas, casi sangre. Recuerda la insistencia que hay en el libro por pensar a la mujer amada como una revelación estética que nos rebasa, una realidad tremenda que nos mueve hacia ella mientras nos conmueve. Recuerda también a la protagonista de Los jardines secretos de Mogador, Jassiba, que llevaba en la mano tatuada un puño de pétalos de rosa cuando conoce a su amante en el mercado de Mogador.
Un poco más adelante nos recibe un tendedero de calzones donde, haciéndode eco de un pasaje de La mano del fuego (p.68) el joven ceramista Eduardo Colín le pide a las y los visitantes que le presten sus calzones para empaparlos en barro y caolín, ponerlos a secar y más tarde meterlos al horno para convertirlos en cerámica y así regresarlos transformados en obra de arte. Este Tendedero de fetiches convierte en objeto de culto a la ofrenda íntima que alguien puede hacer de sus calzones.
Dentro del inmenso salón dos pantallas proyectan un video realizado por Dora Guzmán que muestra a Mogador, la ciudad de Marruecos donde suceden las novelas de Ruy Sánchez desde hace veinte años y que muy pocas personas en México han visto, creyendo siempre que se trata únicamente de una ciudad imaginaria. El video se interrumpe y la luz se concentra en una orilla del tendedero donde la reconocida coreógrafa Tatiana Zugazagoitia se quita los calzones y comienza una improvización espectacular que termina en el escenario alrededor del autor en una danza incierta e intensa, como las que aparecen en el libro. Hace unos años ella realizó el espectáculo Tardes de Mogador, con el que ganó varios premios internacionales de danza.
Sobre unos andamios, el autor y dos mujeres comentan brevemente La mano del fuego. Es su editora, Marisol Schultz, y la novelista Verónica Murguía, quien es además personaje del libro. Ella analiza, entre otras cosas, el hecho extraño de que los amantes terminen convertidos en una pieza de cerámica, una obra de arte. Cuando terminan de hablar surgen de entre el público las ocho bailarinas del grupo Audanza, de Auda de los Cobos. Se repliegan hacia el escenario y bailan tres apasionadas canciones populares con movimientos francamente inquietantes y estéticos. Entre cada uno se escuchan frases de Ruy Sánchez sobre el amor y la danza.
Al terminar, otro breve video experimental, realizado por Luis Rodríguez, despliega imágenes alrededor del deseo, haciendo referencia a los cinco libros de Alberto Ruy Sánchez que forman este ciclo de Mogador completado por La mano del fuego y que incluye Los nombres del aire, En los labios del agua, Los jardines secretos de Mogador y Nueve veces el asombro. Sobre el escenario, dos enormes dibujos de Brian Nissen muestran a dos parejas haciendo juegos de amor con las manos mientras se enredan o tocan la flauta. Imagen de lo que sucede anímicamente a los personajes de La mano del fuego. Al pie de estos dibujos se colocará un artista del tatuaje, Julián Silva, para que quienes quieran puedan llevarse un recuerdo de esta fiesta sobre la piel en forma de un fugaz tatuaje dibujado con henna. Como los que en estas novelas usan las mujeres de Mogador sobre todo el cuerpo pero especialmente en la ingle.
Al final, como es costumbre en las presentaciones de Alberto Ruy Sánchez, se baila salsa hasta que el cuerpo aguante. Se prevee que en esta celebración de veinte años de libros sobre Mogador, estén presentes varias de las mujeres que le han contado al autor sus deseos y que en gran parte han inspirado los numerosos y sugerentes personajes femeninos que cuentan y viven el deseo en Mogador."
Me escribe desde Cancún una nueva lectora, Perla Torres (no Paloma Torres, la escultora y ceramista). Su entusiasmo espontáneo me conmueve y le pido permiso para hacerlo público.
"Alberto Ruy y la mano del fuego llegan a mi, a través de una invitación a la presentación del libro en la FIL 2007, en Guadalajara, no pude asistir, pero un vistazo a la página web, me convence de ir por más, compro el libro ( que aún no termino, comienzo a leerlo y me hace sentarme cada noche desnuda dispuesta a vestirme con las letras, con los personajes, con la vivencias, con la emociones que alguna vez intuí, pero que no he podido experimentar de forma compartida, ahora de forma indivudual, taciturna, luminiosa, me abro a las posibilidades de un deseo que desborda, de un deseo que se brinda cadencioso como llovizna demayo... Leo para sentir, adoro vivir en los instantes en que mis ojos ávidos se pierden en abismos de interior cálido... A punto de cumplir 35 años, encuentro un libro que refleja los laberintos de mis deseos, y da a luz a mi erotismo callado y expectante. Exorciza con cada página los demonios del amor nacidos en mis noches desoledad en compañía, cuando en la oscuridad anhelaba ser vista a ojos cerrados, con la piel. con las manos, con el olfato, con los sabores, con todo aquéllo que se abre a través de los sentidos. Gracias por que aún falta impregnarme de fragancias y diluirme en humedades tibias cada vez que soy tocada por la mano del fuego..."
Más tarde: "Alberto, mi carta no es sino el reflejo de esos espejos en que se convierte tu narrativa, en ellos estoy en cada ángulo fragmentada en emociones y sensaciones...por su puesto que puedes publicarla en tu blog, y usándo mi nombre.Vivo en Cancún y espero algún día tener la oportunidad de asistir a algún evento en donde tengas participación, y que mejor que la presentación de uno de tus libros, desconocía tu obra e incluso tu nombre, (conozco a grosso modo de literatura) fué una amiga quién conoce tu trabajo quien me habló de ti, cosa que agradezco mucho. Claro está que compraré tus publicaciones anteriores, he quedado atrapada en la forma en que cuentas historias, en que narras y develas paisajes a través de tus sentidos, transcribiendolos fielmente al papel."

Una Lectura táctil

Regreso a mi Cuaderno Abierto sobre La mano del fuego después de un tiempo concentrado en la terminación y luego en la publicación de la novela, su primera presentación en la Feria de Guadalajara, el fin de año en que ya medio circula, los primeros ecos que me llegan de los lectores y luego, ya en enero, su promoción en medios de comunicación y en clubes de lectura. Y una lluvia de entrevistas. Con mucha frecuencia los entrevistadores son los primeros lectores que se manifiestan. Poco a poco, en estas notas, iré repasando a grandes razgos cada uno de estos momentos mezclando lo anterior con lo más inmediato y respondiendo a las cartas que me llegan o a las preguntas más insistentes que me van haciendo en el camino. Todo esto es para mí un verdadero ritual de clausura de un proyecto literario y vital, tal vez llamado: Los libros de Mogador o El ciclo de Mogador, donde, como la respuesta de los lectores se ha integrado de múltiples maneras sutiles y escondidas a la narración, llevar cuenta de lo que sucede al publicar el último libro cuando ya no habrá otro en la serie se me vuelve indispensable.
Sobre una característica de todo el ciclo, pero sobre todo de La mano del fuego, su textura, su énfasis en el tacto como primer contacto con el mundo, comienzan a llegar reacciones. Transcribo la nota breve y generosa que publicó Sergio González Rodríguez en el periódico Reforma en una sección donde se da noticia de nuevas publicaciones: “Fuego y Erotismo. El notable narrador y ensayista Alberto Ruy Sánchez ha creado un conjunto de imágenes y relatos a lo largo de los años que escruta el erotismo en la cultura árabe. Ahora, con La mano del fuego (Alfaguara), escribe su libro más ambicioso y logrado al respecto: un tejido novelístico que implica reflexiones hacia la complicidad del lector y convergen en una experiencia impar: el dominio de un estilo que profundiza en la materia que lo obsede. Una lectura táctil.” Y, a propósito de una lectura táctil, en la amena e inteligente entrevista radiofónica que me hicieron Mayra González y Jorge Alberto Gudiño en su programa nocturno Tertulia (Radio Red), una mujer se comunicó por teléfono al estudio para decir: “Como soy ciega he gozado doblemente su libro. Yo veo con el oído y con el tacto y comprendo a fondo todo lo que sus novelas dicen. Con ellas veo más.” Así, en la primera anotación de este cuaderno hablaba de este tema y lo retomo con un par de ecos del mismo.